En la ciudad de Djenne en Mali, existe la mezquita más grande del mundo construida en barro. La llaman la gran mezquita. Pero conservarla es tarea de todos: y una vez al año, tras la temporada de lluvia y pasado el invierno, los propios vecinos se reúnen para restaurar techos y paredes, y dejarla en condiciones óptimas hasta el año siguiente.

La tarea de restauración es un ejemplo de una comunidad unidad y trabajando bajo el mismo objetivo: el barro se lo recoge a la vera del río, coloca en tinajas, y luego se mezcla con la cáscara del grano de arroz y otros materiales hasta que toma la forma adecuada. Cada vecino, recoge algo y lleva el adobe terminado para la restauración que se realiza en la temporada de más sequía.

La mezquita original la construyó el rey Konboru en el siglo XIII. Luego fue reconstruida a fines del siglo XIX, demolida y vuelta a reconstruir, hoy considerada el mejor ejemplo arquitectónico de esa región del África. Los pobladores ya lo saben: la mezquita es propiedad de todos. Una bendición y una responsabilidad. Que los convoca cada año a devolverle vida a una mezquita eterna y bella, creada, como el ser humano tal cual indica el Sagrado Corán, desde el mismo barro.