Por Daniela Azul Martínez
¿Cuándo te empezaste a interesar por el Islam y el sufismo?
Siempre busque un camino espiritual. Soy de familia cristiana y desde chica quería dar misa. De grande, empecé a leer mucho de filosofía y, en los ’90, me inicié en el budismo. Luego conocí el Islam. Yo quería conocer más acerca del sufismo, quería saber de eso. Entonces tuve que hacerme musulmana, eso fue en el 2007. Espiritualmente encontró todo en el Islam.
En el Islam se realizan los cinco pilares, son ceremonias que uno puede ver. En el sufismo, esencialmente se trabaja sobre el carácter del ser humano. El Islam y el sufismo son una moneda de dos caras, la sharia -que es la ley y los fundamentos dentro del Islam- es como una avenida. Cuando ingresás en el sufismo, esa sharia se hace angosta.
¿Cómo te iniciaste?
Es una ceremonia en la que tomás mano con el maestro y eso significa que te hiciste derviche. Nosotros nos juntamos en la mezquita. Se la llama mezquita, pero en realidad es una dergah, que en turco significa casa de encuentro. Todos los derviches vamos y hacemos diferentes ejercicios espirituales, como por ejemplo el de los viernes, que es el día de la música sufí y tocamos con el ensamble.
El Islam tiene mucha mala prensa. Sería muy atinado darse cuenta que los medios de comunicación representan cosas que no tienen que ver con lo que es ser parte de la comunidad islámica.
¿Cómo surge Alma Sufi Ensamble?
Este ensamble lo armó Sami Sebastián, el que toca el qanun en la canción con León. Luego empezaron a ir personas que se fueron iniciando, algunos son músicos que participan en el ensamble; en el violín y en el cello tocan dos chicas que no son musulmanas, el resto somos derviches.
Yo soy cantante de toda la vida, hice música para obras de teatro, canto flamenco en mi proyecto Malamati, en el que grabamos un disco el año pasado. Siempre quise hacer música religiosa, y que en el dergah amen la música y tenga un lugar tan alto habla del amor y la importancia que tiene la música para el espíritu. Es un agradecimiento constante poder cantar todas las semanas y lo de León fue más que consagratorio.
El pasado mes de noviembre Nardelli interpretó en árabe “Solo le pido a Dios” junto a León Gieco, quien lo hizo en español acompañado de Gastón Saied, cantante de la comunidad judía que interpretó su parte en hebreo. La colaboración se grabó en el dergah Tekkia Sufi Halveti-Yerrahi en Colegiales, y la versión de esta canción tiene como fin el pedido de paz en Medio Oriente.
¿Existe una técnica distinta para los cantos sufíes?
Con la música oriental, estás en otra frecuencia. No es como en la música occidental, es otro concepto de música. Lo que tiene son microtonos, hay muchas tonalidades.
Nuestra orden, que es la Halveti Yerrahi, tiene un origen turco. Entonces los hilajis, himnos, se hacen en turco. Nunca vamos a cantar como turcos, simplemente porque tienen otro aparato de fonación. Lo que hacemos es trabajar muchísimo los hilajis; ensayamos dos veces por semana, tratamos de tener una pronunciación lo más cercana posible.
¿Qué produce esa “otra frecuencia”?
El hecho de acercarte a esa música, a sus tonos y escalas te repercute de una forma que te hace entrar en otro estado. No es lo mismo que cantar una canción occidental, la música occidental es plana. Entonces cuando te metes en esos vibratos, modulaciones, subir y bajar en esos microtonos es otra cosa. Es como un electrocardiograma plano y un electro con picos.
Hay un parentesco entre el flamenco…
Sí. La frecuencia del flamenco también está emparentada con la música del altiplano. El canto del altiplano es como el canto del flamenco pero ralentado, entonces empezás a escuchar que la música es simplemente una frecuencia donde está todo. Son variables de una misma frecuencia.
¿Cómo se produjo la colaboración con León?
Fue emotivo. El ensamble estaba en contacto con él y finalmente la sesión se terminó concretando en un contexto particular; nunca hay casualidades. Yo espero que sirva para abrir el corazón, aunque sabemos lo duro que significa abrir el corazón. León es una persona simple, agradable. Siento un agradecimiento inmenso.
¿Qué valores se encuentran en el sufismo?
El sufismo es una vía para transformar el carácter, lo más difícil a lo que uno puede aspirar es cambiar el carácter. Los maestros sufíes dicen que el hombre está en un estado infrahumano, no humano. Porque un ser humano completo nunca podría hacer las aberraciones que comete.
El sufismo habla mucho de ponerle la atención en estar atento, estar en el presente sabiendo que pasa a mi alrededor, y a la otra persona. Yo me enamoré mucho del sufismo porque encuentro ese refinamiento de pensamiento.
¿Qué otra cosa te enamora del sufismo?
Hay dos grandes aprendizajes que me enamoraron del sufismo: el Profeta Muhammad explica que el ser humano en la tierra sueña y, cuando muere, se despierta. Él dijo: “Mueran antes de morir”. Es cierto que el tiempo que tenés para transformarte es el aquí y ahora. Cuando escuché eso, me impactó. La otra cosa que me impactó es que el Corán explica que hemos sido enviados para transformar y perfeccionar el carácter humano.
¿Qué tuviste que dejar de lado para iniciarte en el sufismo?
En el sufismo te dicen que vos tenés que tirar abajo todo tu sistema de creencias. Es un camino de pérdida, pero las cosas que vas a perder están bien, no te sirven para despertarte. El enemigo principal de uno es el ego, es el que te dice las cosas como son. Es bueno tener ego, pero un ego refinado, un ego islamizado al servicio del corazón y del cuerpo.
Quisiera que mucha gente comprendiera que este es un camino de amor y al amor se llega luchando contra el desarme de tu carácter. El sufismo es una paradoja constante: si te va mal, agradece, si te va bien, y bueno... qué vas a hacer.
¿Al ego se lo combate primero?
El ego te hace ver el mundo de una forma. El “mueran antes de morir” significa que muera tu ego, porque con tu ego marcando tu vida no vas a ir a ningún lado. Salir de lo mental y vivir. En el sufismo se usa mucho el término saboreo, el espíritu tiene sabores que no se pueden saber sin la experiencia.