Desde el martes 16 de abril, en Medina, cerca de la sagrada Mezquita del Profeta Muhammad (saws), segundo lugar sagrado del Islam, muchos contemplan, con lágrimas en los ojos, la silla vacía dejada por el difunto Sheij Ismaïl. Al-Za'im, la bondad hecha hombre.

Desde el anuncio del fallecimiento, a la edad de 96 años, de Abou Al-Sabaa, una de las figuras más llamativas y entrañables de la ciudad del Noble Mensajero de Dios, ojos afligidos luchan por apartarse de la silla en la que esta hermosa alma se sentó todos los días, durante varios años, acogiendo felizmente a peregrinos y visitantes ante una mesa bien surtida.

Una mesa tentadora, donde se colocaron platos llenos de dulces y dátiles junto a teteras y otros termos de café, listos para ser ofrecidos calurosamente. Una mesa gourmet y amigable, frente a la cual oficiaba con una dulce sonrisa, aún cuando el peso de la edad se hacía sentir, uno de los más humildes y generosos servidores de Dios.

En Medina, la más pura de las puras, donde el Profeta emigró, y descansa bajo la cúpula verde de la mezquita Al-Masjid an-Nabawi, muchos lloran la pérdida del Sheij Ismail Al-Za'im, este sirio, nacido en Hama, que siguió los pasos del gran hombre del Islam refugiándose allí a su vez, hace más de cuarenta años.

Presos de una profunda tristeza, muchos se inclinan ante su memoria, todos alabando sus innumerables méritos y virtudes, mientras recuerdan con emoción cuán esencial era dar la mejor acogida a los huéspedes del Misericordioso.