');background-size:100%}
A partir del 1 de mayo entrarán en vigor nuevas restricciones a la actividad religiosa de los extranjeros que se encuentran en la República Popular China. El anuncio se hizo con una nueva serie de normas que publicó ayer la NRAA (Administración Nacional de Asuntos Religiosos, la «mano larga» del Frente Unido del Partido Comunista para los asuntos religiosos).
«Reglas detalladas», como las define el propio título del documento, dirigidas específicamente a los extranjeros de cualquier confesión, que, en un texto de 38 artículos, establece una indicación muy clara: si los extranjeros quieren vivir su religión, también deben pedir permiso a las autoridades competentes y acatar las reglas establecidas por el Partido, reconociendo el principio de «independencia y autogobierno» de las religiones en China, según recoge la agencia vaticana Asia News.
Obviamente, no es que hasta ahora en la República Popular China no existieran controles sobre las actividades religiosas de los extranjeros. Y sin duda no hacía falta un reglamento ad hoc para establecer que los religiosos extranjeros no pueden violar las leyes de la República Popular China. Pero las nuevas normas van mucho más allá. El artículo 5 afirma programáticamente que «los extranjeros que realizan actividades religiosas en China deben cumplir con las leyes, reglamentos y normas chinas, respetar el principio de independencia y autogestión religiosa de China y aceptar la gestión legítima del gobierno chino. La religión no se debe utilizar para dañar los intereses nacionales, los intereses públicos sociales o los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos y no debe violar el orden público y las buenas costumbres de China».
Este principio se especifica luego decretando que cualquier actividad religiosa, incluso entre extranjeros que se encuentran en China, debe tener lugar sólo dentro de los lugares de culto «oficiales» o -si esto no es físicamente posible porque no están presentes en la zona- sólo después de haber obtenido el permiso de los organismos correspondientes controlados por el Partido, siguiendo los procedimientos establecidos.
El artículo 10 también especifica que incluso en los templos «oficiales» las actividades religiosas para los extranjeros «deberán ser presididas por religiosos chinos». Solo en el caso de que «sea realmente necesario que los extranjeros presidan las actividades religiosas» se deberá presentar una solicitud a la oficina local del departamento de asuntos religiosos. El artículo 16 postula, sin embargo, una separación estricta: «A excepción de los religiosos chinos que las organizan, las actividades religiosas grupales realizadas por extranjeros en China están limitadas a la participación de extranjeros en China».
El documento también regula expresamente las actividades de los religiosos extranjeros que ingresan a China a través de intercambios académicos y culturales. Además, obviamente, dispone que estos intercambios deberán ser autorizados uno por uno por el Partido y el artículo 21 se preocupa por precisar que aquellos que sean admitidos no deberán «hablar o realizar acciones hostiles a China, tener tendencias ideológicas extremistas o interferir con los asuntos religiosos chinos».
Con precisión burocrática, llega a decretar incluso cuántas copias de libros y material audiovisual de tema religioso pueden llevar consigo para uso personal cuando estos invitados extranjeros ingresan a la República Popular China (nunca más de 10).
Para ingresar otro material o eventualmente difundirlo, será necesario obtener el permiso de las autoridades. El artículo 26 especifica además que «las organizaciones o individuos extranjeros no deben reclutar estudiantes que estudian en el extranjero con el fin de cultivar nuevos religiosos dentro del territorio chino sin autorización».